Entonces, hay que ponerse a analizar fríamente a favor y en contra de tal medida y sacar una conclusión.
Los argumentos a favor de la clausura son: Hay que impedir la propagación del virus “A” entre los alumnos y la población en general, cerrando los lugares donde la gente está concentrada. Es necesario retardar el contagio por el virus para ahorrar en gastos por insumos hospitalarios caros y personal extra. La gripe causa ausentismo laboral y por supuesto escolar, y ya que los alumnos estaban siendo “filtrados” o “en cuarentena” y no se avanzaba gran cosa en las clases, da lo mismo que el año escolar se clausure del todo. Y finalmente, los padres de familia que lo deseen podrán dar clases particulares a sus hijos.
Por el contrario, el principal argumento de los que estamos contra la clausura es el que la educación debe ser sistemática y no estar supeditada a situaciones exógenas; junto a los aprendizajes que la escuela ofrece, también están valores como la constancia, la disciplina, la perseverancia; el desarrollo de capacidades -como la de idear soluciones a los problemas con bases científicas-, en prácticas colaborativas. Todo ello da solamente la escuela. Es cierto que la gripe tiene asustadas a las autoridades por los 12 muertos que ya ha dejado, pero la gripe común (IRAs, Infecciones Respiratorias Agudas) y las enfermedades de la pobreza matan más a los niños y en Bolivia nadie se alarma. Tampoco hay servicios sociales, y menos voluntariado, en los municipios para vigilar que los escolares tengan una vida medianamente sana en cuanto al sueño, la hidratación apropiada y lo necesario para afrontar el ataque de una gripe; ni siquiera buenos servicios de recolección de basura y limpieza. Pero no se trata de echar todo el trabajo a los gobiernos municipales, la población también podría cambiar sus costumbres y ayudar, para lo cual hace falta más que nunca EDUCACIÓN o ¿será que no se enteraron que los niños son los mejores educadores de los adultos?
En la balanza: clausura sí, clausura NO, pesa más el trabajar para acoger en las escuelas con más cariño todavía a los niños de los barrios o comunidades pobres, donde es seguro que H1N1 anda suelto y no exponer a los alumnos a males peores que los efectos de unos virus.
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